Novelas participantes en el Premio Literario Amazon 2023 (1)


¡Buenas!
Mucho tiempo sin actualizar este pequeño rincón, y qué mejor que hacerlo para traeros opiniones sobre novelas participantes en el Premio Literario Amazon Storyteller (PLAS) que he leído últimamente. Sin más, os dejo con él: 

◇◇◇
La web de infieles 

    La web de los infieles es una novela de la autora Marta Claus que aúna romance, venganza y situaciones divertidas que se van de madre, para llegar a un final sorprendente.
    ¿A quién no se le ha ocurrido vengarse de su ex? Igual a vosotros no, pero a las tres protagonistas (Maca, Lea y Berta (o Rita) de esta historia sí, y he de decir que lo llevan un paso más allá. Todas están como una cabra a su modo, y me he reído muchísimo con ellas. Además, he de decir que me ha gustado mucho esa sororidad entre mujeres que deja ver la autora.
    Te deja un mensaje claro y sacas una pequeña pero importante enseñanza: es importante ayudarnos entre nosotras (aunque en este caso no sea en algo exactamente legal😆).
    He de hacer una mención especial a la perrita, Linda, que me ha robado el corazón desde el primer momento (no tengo remedio, siempre que sale un animalito en un libro😍).
    En resumen: un libro fresco, ágil, para echarte unas risas y que se devora en poco tiempo. Si buscas desconectar, es tu libro😉.
Siempre serás mi Highlander favorito

   Tras dejar un trabajo que la hace infeliz, Raquel será invitada a Escocia por uno de sus amigos, Carlos, que guarda en secreto quién es en realidad.
    Es una novela ligera, divertida, llena de momentos delirantes protagonizados por Raquel, que nos narra su historia en primera persona. Esta chica me ha encantado, ya que es impulsiva, te saca más de una carcajada por sus acciones, y además es fuerte y de buen corazón.
    Además, me ha gustado mucho que gran parte de la acción se sitúe en Escocia, ya que es un país que me encantaría visitar. Ha sido como viajar allí🥰
    La prosa de la autora es ágil. Hay muchos enredos y la trama no decrece en ningún momento; siempre te llevas alguna sorpresa en cada capítulo. Además, el romance te deja buen sabor de boca (y alguna escena picante por ahí🌶).
    Recomendable si buscas una lectura ligera y pasar un ratito agradable y divertido💜.

Vera. La cuarta generación.

    Una novela policíaca con romance y secretos vergonzosos. Es parte de una saga familiar que consta de varios libros que explican otras historias del pasado.
    En cuanto a los personajes, tenemos a Vera, imperfecta, gris y bien construida con la que he empatizado mucho.Vive una vida en la que básicamente intenta sobrevivir y sobrellevar sus errores pasados mientras intenta ejercer como policía. Brad, uno de esos chicos increíbles y casi imposibles de encontrar en la realidad (por desgracia para las lectoras y escritoras🤦🏻‍♀️).
    Me han gustado mucho los giros que da la autora a lo largo de la historia; pistas falsas y detalles que no entiendes hasta el final. El drama está nivelado y disfrutas y te entra curiosidad de lo que va relatando. Esos secretos que la protagonista lleva también se hacen de rogar y permaneces con un suspense brutal durante todo el libro pensando en qué es exactamente lo que le ha pasado.
    Una novela diferente e interesante que no os podéis perder💜.  

Cicatrices del alma

    Si una cosa sabe hacer Javier Piña Cruz es crear dramas capaces de encogerte el corazón e incluso hacerte llorar. Con esta novela, la segunda que leo del autor, no ha sido diferente🥺.
Después de que Amelia, protagonista de la historia, lo pasara tan mal en la primera parte "El amor de un padre", la historia se complica y vivirá un montón de situaciones trágicas, entre alguna que otra experiencia bonita. La felicidad de este personaje se hace de rogar.
    Las enfermedades roban pedazos de ti, incluso te arrebatan a personas queridas (y cuando menos lo esperas). Por suerte, Amelia tendrá a su familia, y sobre todo a su hermana, ahí para apoyarla y hacérselo más leve.
    No os contaré más para no hacer spoiler. Solo os advierto de que, si vais a leerla, mejor os acompañéis de unos cuantos pañuelos.
    Felicidades al autor por conseguir una historia tan conmovedora💜.
Escritos de un hada

    Un recogido de textos muy dulces e inspiradores que te hacen terminar la lectura con buen sabor de boca: amor en todas sus expresiones, magia, fantasía...
    Antonia demuestra una gran sensibilidad con cada uno de los relatos de esta novela. Como bien dicen, lo bueno va en pequeñas dosis y con cada uno de ellos transmite muchísimos sentimientos. Algunos de ellos calan hondo porque son historias con las que puedes sentirte identificada.
    El libro termina con muchísimas citas positivas. Os dejo una que me ha gustado:
    "No te engañes, no nació para complacerte ni cumplir con tus expectativas. Vino al mundo a ser quien es, a equivocarse cometiendo errores, a tropezar solo, levantarse y valorar a quienes están en su vida. Nació para ser quien es, alguien único como nadie."
 
Ineápoli, los herederos del barrio

    Ineápoli, de Ania Zaera, es una distopia juvenil situada en un futuro no tan lejano. En el pasado, el cambio climático fue el principio de una nueva era: subió el nivel del mar, una tormenta solar muy potente fundió todo lo eléctrico... ¿Os suena de algo? Puede que sea nuestro futuro🤷🏻‍♀️.
    En la actualidad, las personas viven recluidas en la ciudad de Ineápoli, dividida a su vez en dos ciudades en las que existen dos categorías de personas, como suele suceder siempre: las que salen beneficiadas y las que no.
En este escenario encontraremos a los protagonistas, Victoria y Luca, dos adolescentes de diferentes clases sociales que intentarán luchar juntos contra el orden establecido a la vez que se verán inmiscuidos en intrigas, secretos y mantendrán una relación que se irá cociendo a fuego lento.
  Tiene conceptos nuevos que se te hacen familiares enseguida y consigue explicar lo importante de forma sencilla. Es una historia muy fluida con una prosa ligera que consigue sumergirte en la historia.
    No puedo seguir contando sin haceros spoiler, así que, si os llaman la atención esta clase de historias, os animo a leerla.
    ¡Solo me queda felicitar a la autora por su novela!
A tumba abierta

    A tumba abierta es un thriller de Begoña Gallego que consigue atraparte manteniendo la intriga y el misterio hasta el final. Con el prólogo ya empezamos muy fuerte, ya que nos metemos de lleno en la crudeza de la trata de blancas, la mafia y la violencia contra la mujer. Después, la novela te sumerge en el mundo del ciclismo, ya que los tres personajes principales (Brider, Alicia y Emi) pertenecen a este en mayor o menor medida. 
    Yo nunca he estado muy interesada en ese mundillo (de pequeña aquello de la vuelta ciclista a España me parecía tremendamente aburrido), pero debo reconocer la maestría de la autora y la gran labor de documentación que ha realizado en este aspecto.
    Tiene una prosa elaborada y los capítulos son cortos y atrapantes, con unos giros que no te esperas, por lo que la devoras rápidamente. Mientras vas leyendo las escenas te sientes en el lugar de los personajes, sintiendo lo que ellos (lo bueno y lo malo).
    El ligero romance que hay en la historia aligera un poco toda la trama de venganza, violencia, engaños y demás, lo que se agradece.
    Tiene un final bastante inolvidable que no os dejará indiferentes y del que no diré nada para no hacer spoilers, pero es...
    Si os llaman la atención estos temas y además os gusta el thriller, os animo a leerla. ¡Muchas felicidades a Begoña por la novela!

La estela que dejas

    La estela que dejas, de Rosana Lenn, es una historia sobre superar los traumas y dejar la culpabilidad atrás para poder vivir. Es una historia con una narrativa ágil y amena a pesar de tratar algunos temas duros como las drogas, la muerte...
    Está narrada en primera persona por dos jóvenes con algunas malas experiencias pasadas: Sara y Axel. Me ha encantado la evolución de ella, y sobre todo la sensibilidad que deja traslucir pese a ese carácter fuerte y de "me da igual todo" que quiere mostrar a los demás. Axel es un poco su contraparte, con una personalidad dulce y un gran mundo interior. 
    Me han gustado mucho los motes que se ponen el uno al otro y que el amor vaya tan a fuego lento. La ambientación en Cantabria, donde la familia se traslada para brindarle a Sara un ambiente natural en el que recuperarse, me ha encantado.
    En fin, una novela que te hace quedarte con una sensación dulce, de que todos merecemos una segunda oportunidad.
    Enhorabuena a la autora por esta historia💜.

El sonido del silencio



El sonido del silencio

"Un día como aquel, en que el sol estaba en lo más alto, el mundo terminó para millones de seres humanos. Pasó cuando yo contaba con diecisiete años".

Aquellas fueron las únicas frases que mi madre dijo al respecto. Jamás quiso contarme qué ocurrió; ni siquiera dejó un registro escrito. Poco después de cumplir cuarenta y tres, murió, y yo me quedé sin nadie que me escuchase ni me acompañase en aquella soledad, llena de pena y hablándole al aire, que apenas me respondía.

Años después, podía sentir el viento puro y limpio azotar mi rostro al compás de mis pisadas, cada vez más rápidas; los latidos de mi corazón acelerándose al ritmo de mi respiración. Cuando salía a correr, adoraba el silencio en aquel vacío de humanidad, "el sonido del silencio", como decía la famosa canción que solía cantar mi madre. Recordaba, tiempo atrás, cuando aquella tranquilidad y vacío sólo me producían lágrimas, sin embargo, encontré en el deporte la satisfacción de no pensar en mi futuro.

En mis momentos más oscuros, llegaba a la conclusión de que en aquella soledad, el mundo ya no era más el mundo, sino un terreno sin vida y mi mente barajaba muchas posibilidades, preguntas muy lógicas: ¿cuándo moriría por una infección o me atacaría un animal salvaje en busca de comida? Recordaba cómo, años atrás, cuando ya no me quedaba nadie en este mundo, había pasado las largas y frías noches quedándome quieta para que el hambre, el congelamiento o cualquier otra cosa acabase conmigo. Pero no era mi hora.

Terminé dándome cuenta de que este era el mundo donde nuestros antepasados sobrevivieron, luchando día a día por su vida. Donde lo único importante era conseguir comida y resistir a todo cuanto se pusiese en su camino. Un mundo donde la capacidad de adaptarse y la inteligencia superaban a la fuerza. Entonces me levanté y comencé a sobrevivir.

En un tiempo anterior, después de oír las historias de mi madre sobre cómo los humanos habían abusado del nuestro mundo, la raza humana me había parecido un pesado lastre para el planeta; pero ahora creía que nosotros, animales de dos patas, no teníamos otra cosa que hacer que avanzar un paso hacia delante cada vez, medir nuestros logros, nuestra curiosidad y en suma, ser únicos. Pero los buenos modales debían acompañarnos allá donde fuéramos. Creía que entendía a la raza humana, pese a jamás haber conocido a otro ser que no fuese la que me dio a luz y ser (supuestamente) la única de mi especie en existir en aquel mundo inhóspito.

Sobrellevaba todo aquello como podía, mas por la noche, mirando mi pequeña fogata y con la luz de la luna y las estrellas amparándome, comprendía que mi cometido no podía ser el quedarme allí por la eternidad, pues las personas tenían un tiempo finito y yo tarde o temprano moriría. Entonces, tomé la decisión que cambiaría mi rumbo: ya era hora de ver si quedaba alguien más que, como yo, aún sobreviviera.

☆☆☆

Lo primero, gracias si has llegado hasta aquí y disculpa los errores en el texto (si con alguno te sangran los ojos, agradecería que me lo dijeras🤣).

He retomado la escritura en este blog tras mucho tiempo (unos seis años) sin publicar nada en él, pero espero poder ir publicando nasiduamente a partir de ahora.

Respecto al relato, este pequeño fragmento nació hace ya unos cuantos años, cuando yo pensaba constantemente en qué haríamos los seres humanos en un mundo vacío donde x cataclismo hubiese hecho morir a muchos. Lo cierto es que la idea me llegó a obsesionar mucho y no paraba de escribir sobre ello. ¿A vosotros os llaman la atención estos temas?

¡Hola de nuevo! + Participación en el Concurso de Microrrelato de Terror de Baricentro

Ha pasado mucho tiempo desde la última entrada en este blog (no puedo ni contar las veces que intenté publicar algo y al final no me vi capaz por falta de motivación). 

Próximamente escribiré más entradas, pero de momento aquí tenéis mi participación en el Concurso de Microrrelato de Terror del Centro comercial Baricentro (desafortunadamente, no fui la ganadora), el pasado octubre. 



Espero que os guste ^^

...

La niña

En una nublada tarde de otoño en Baricentro… se acercaban las nueve de la noche, y mientras recogía las hojas secas que se acumulaban en el exterior de la puerta cinco, una farola parpadeó durante un instante; le quise restar importancia, pues desde hacía varios días era algo constante: en mi casa, en los pasillos e incluso, como ahora, en la calle. Recorrí los pasillos de personal y llegué a uno en que algunas luces estaban fundidas y las paredes pintadas en tono oscuro; desde que trabajaba allí, siempre temía la hora de salida por tener que ir por allí. Di unos pasos y la luz del fluorescente hizo un guiño. Me detuve y cuando iba a volver a caminar, comenzó a parpadear muchas veces seguidas. Me pareció que se dibujaba una figura bajita sosteniendo algo entre sus brazos. Un osito sucio y desgastado, pintado con rojo. Me paré, un escalofrío recorriendo mi espalda. Lágrimas llenaron mis ojos cuando levantó su rostro. Mi boca se abrió:

-Cariño, ven con mami.



Su única visita. El día 31 de Octubre.


Proyecto Junio 2012: Juntos y revueltos

08/01/2021 Le he dado algunos retoques y (creo) que he mejorado un poco los diálogos de este pequeño relato, gracias a las personas que así me lo indicaron en los comentarios. ¡Espero que os guste!


¡Hola! Casi a última hora, aquí tenéis el relato de este mes. Saludos a tod@s :)

...
 

 

Mi vecina

Estresada, Marta tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó con la suela de su zapatilla de “ositos”. Los gritos de sus vecinos le llegaban desde su izquierda por cuarta vez consecutiva aquel día y para acabarla de joder, odiaba los petardos y aquella noche era San Juan. La mujer se revolvió el pelo con furia y se sentó de un golpe en el sofá. ¡No podía más, necesitaba ir a trabajar! Al menos su trabajo le gustaba más que esto: chicas desnudas, todo tipo de objetos de plástico por aquí y por allá y follar hasta terminar tan reventada que sólo con tumbarse en la cama se dormía. Eso definitivamente le gustaba mucho más que los ruidos ensordecedores y los gritos de sus queridos vecinos.

Tapándose la cara, se tumbó en el sofá, y ¡voilà!, los gritos pararon de repente pero aún así no los petardos. Marta suspiró pero no pasó mucho tiempo hasta que escuchó un repiqueteo en la puerta de su casa. Intrigada, se levantó y se acercó a la entrada con la clara intención de mirar por la mirilla. Sufrió un retortijón en el estómago y las mejillas se le colorearon. Estaba impactada.

¿Qué hace aquí la vecina?

Abrió la puerta un poco pero al verla quiso dejarla pasar enseguida: tenía marcas de llanto en sus ojos y mejillas y un pequeño cardenal en el pómulo derecho, además, podrían haberla tachado de superficial pero, ¡le parecía tan mona! Desde que la había visto por primera vez: con esos ojitos marrones como dos luceros, el pelo castaño claro y corto enmoldando un rostro redondo y perfecto. Dios mío, qué bonita era.

Buenas noches, ¿me dejaría usted pasar? —preguntó la chica con una vocecilla casi inaudible.

Cla-claro... —Marta se sorprendió, ¿qué la llevaba a tartamudear en presencia de una chica así? No podía entenderlo.

La hizo sentarse en el sofá y se preguntó qué era lo mejor en estos casos. Al no saberlo, fue a la cocina y volvió a los pocos segundos con un gran vaso de agua y un buen puñado de servilletas. Se las dejó en la mesita de al lado del sillón y se sentó junto a ella.

Espero que esto te sirva.

Muchas gracias —la vio tomar un sorbito de agua y dejar el vaso donde estaba para después tomar una servilleta y limpiarse educadamente con ella. Daba la impresión de ser una niña pequeña con buenos modales.

Marta creyó que ya había dejado pasar un tiempo prudente, así que se decidió a preguntarle qué es lo que había pasado, aunque ya lo sospechaba.

Escucha... ¿Q-Qué ha ocurrido para que vengas a mi casa a estas horas?

La chica se la quedó mirando con unos ojillos lastimeros que le rompieron el corazón. Enseguida, estos se le llenaron de lágrimas y se tiró en sus brazos, llorando desconsoladamente.

¡Pues he discutido con mi novio! —exclamó en el tono más alto que le había oído hasta ahora. Marta tragó saliva. El corazón le latía a mil por hora. “Me ha abrazado... calma, calma...” —se decía a sí misma.

Poco a poco, consiguió ponerle los brazos alrededor del cuerpo sin sufrir un infarto en el intento y en esa posición, la chica lloró durante por lo menos treinta minutos.

Aún no sé cómo te llamas.

Carmen —empezó—. Mi nombre es Carmen. Perdóneme, vine a su casa porque no sabía a dónde ir. Los demás vecinos parece que están de verbena y no quería quedarme en casa después de que mi novio se fuera.

¿Se ha ido?

Sí, siempre lo hace. Luego siempre vuelve, lo cual es una suerte.

¿Suerte? —Marta suspiró. Aquella chica no tenía ni idea de en lo que estaba metida.


¿Y entonces en qué trabajas, Marta? —preguntó la chica. Suerte que ya había dejado de usar aquel tratamiento de usted que la martirizaba.

Pues soy... —Marta se lo pensó un momento, ¿cómo le iba a decir que era actriz porno de películas lésbicas? No iba a decírselo. Fin de la historia—. Soy actriz.

—¡Oh, suena muy interesante!

-Lo es —dijo Marta, con usa sonrisilla nada inocente—Per casi siempre nos encasillan en los mismos temas. Deberían variar un poco.

-Yo de momento no trabajo, pero mi novio dice que una mujer no debe hacerlo...

-"Esta chica no tiene filtros".

-...él cree que con su sueldo es suficiente para ambos.


...


Marta estiró los brazos y bostezó largamente, cansada. Miró el reloj que colgaba de la pared y vio que ya casi eran las seis de la mañana. Cuando hacia la ventana, la luz tornasolada del amanecer ya despuntaba.

—Parece que se nos ha hecho de día.

La más joven mira la hora y se levanta como un tornado.

—¡Dios mío, qué tarde! Bueno, me voy ya, que se ha hecho de día y mi novio debe estarme esperando.

Que te sea leve. Cualquier cosa, vuelve.

Por lo visto, la chiquilla tenía una mente muy densa para entender las cosas pero estaba decidida a hacerla cambiar de idea respecto a estar con su novio. Aunque le costase horas de sueño. Desgraciadamente, no iba a ser un trabajo fácil.

Proyecto Mayo 2012: La doble imagen


—Papá, ¿cuándo saldremos de aquí?

Su hija lo miró en la oscuridad, con la única luz de una vela que se consumía con lentitud. Con aquel vestidito blanco con que su madre la había ataviado aquel día manchado de barro y su mirada curiosa empañada por una mancha de temor e inquietud, no parecía la misma niña feliz de la mañana.

Su pequeña no sabía bien por qué estaba allí, pero en su mente infantil, seguramente sospechaba que aquello no se resolvería en un abrir y cerrar de ojos. Nervioso, bajó la vista al suelo, pensando en qué decirle. Si bien, era de la opinión que no había que esconder la verdad a los niños pero, ¿cómo decirlo para que no le hiciera daño?

Como decirle que todos habían muerto y que los únicos supervivientes eran ellos dos. Que a mamá había tenido que matarla él mismo con sus manos, y los abuelos, los tíos y los primos se habían comido entre ellos. Cómo decirle de la catástrofe sin medida que había en la tierra, que llegaba mucho más allá de lo que su inocencia imaginaba. Cómo decirle que todos se habían vuelto locos de repente. Cómo no odiarse al decirle que, algún día, ellos serían los únicos que podrían repoblar el mundo: padre e hija.

—No lo sé, cariño, no lo sé...

***

Click aquí para leer el relato de Lu, con quien comparto imagen en este ejercicio.

Ejercicio Abril 2012: El Titanic

¡Hola a tod@s! Aquí os traigo mi ejercicio, media hora retrasado. ¡Espero que os guste!

...


 
 
Titanic 2315


"Todos a sus puestos. El vuelo interespacial de la nave "Titanic 2315" despegará en breve. Abróchense los cinturones. Despegaremos en cinco, cuatro, tres, dos, uno.... ¡cero!"

Mi padres me dijeron que tuviese cuidado, que no pensaban que los viajes espaciales fueran seguros. Yo les tranquilicé. No por algo había estado ahorrando durante diez años de sol a sol, sin gastar un centavo, para algo como esto: el sueño de toda mi vida. ¿Debía haberles hecho caso? Lo único que sabía era que estaba ansioso por ir y nadie me haría desistir. No sé si eso importa mucho ahora. Os explicaré un poco el por qué de mi viaje... Mis tatarabuelos habían hecho su primer viaje interespacial en la antecesora de la nave en la que iba. Sí, era un sentimental, quería recordarlos en todo su esplendor, pero no era precisamente esa la razón más importante por la que subir a esa nave: yo siempre había amado el universo: las galaxias, las estrellas, los asteroides, los planetas, la teoría del Big Bang y un largo etcétera. Se podía decir que era un apasionado del universo.

Pero por un momento, después de hacerme esta afirmación por milésima vez, dudé. Una intranquilidad había comenzado a recorrerme desde que habíamos ascendido, y ahora, algo de sudor frío recorría mi cuerpo. No lo había experimentado nunca. Comenzaron a asediarme unas ganas enormes de bajar de la nave e irme a casa, pero sabía que era demasiado tarde, así que intenté tranquilizarme y disfrutar de mi viaje. Para eso había ido allí, a disfrutar.

"Ya estamos en el aire, señores y señoras. En unos momentos, alcanzaremos la atmósfera y volaremos al vasto universo", el capitán, desde su cabina, hablaba con cierta ironía.

Siglos atrás, que un vuelo comercial alcanzase el espacio era algo que sólo ocurría en las series y películas de ciencia ficción. En esa época, todo aquello estaba desfasado, existían cosas mucho más avanzadas que ni los científicos ni las gentes antiguas entenderían. Horas más tarde, decidí mirar por mi ventana: el universo, plagado de estrellas, se veía aún más hermoso que desde la tierra. Desde allí todo era inigualable, lleno de paz y tranquilidad. En aquella nave, donde antes se oían los murmullos de los demás pasajeros, ahora sólo había lugar para la belleza del universo.

No sé cuándo me dormí, pero me despertó un gran estruendo. Algo iba mal: los pasajeros corrían y gritaban histéricos, pero yo me quedé allí, viendo como una gran grieta se iba abriendo en el techo. No pude pensar en mucho más. El oxígeno se me acababa, mis pulmones parecían retorcerse en mi interior... Un instante antes de morir, me pregunté: ¿nos recordarán?

...

Cien años después, una nota de prensa rezaba:

"La nave espacial "Titanic 2315" desapareció hace ya más de cien años" Se cree que un meteorito chocó contra ella, acabando con la vida de noventaicinco personas. Hoy, día quince de Abril de 2415, les recordamos una vez más".



Proyecto Marzo 2012: La frase (muy retrasado)

¡Hola! Publico el ejercicio del mes pasado con el único fin de compartirlo con vosotr@s, ya que el día de publicación no tuve tiempo de subirlo.

... 

 

Fin

Corría. El sonido de sus deportivas contra el suelo era absorbido por la marabunta de gente y automóviles que recorrían el estrés de una ciudad en hora punta. Un macuto cargado a su espalda, donde transportaba algunos de sus útiles, golpeaba contra su cuerpo a cada zancada. 

Había algo en el ambiente. Lo podía oler. Llevaba así varios años, entre la espada y la pared, presintiendo cómo algo se gestaba desde el interior de la tierra. Esquizofrenia, habían dicho los médicos. Luego, quizá, transtorno bipolar. Ella no lo negaba, siempre había sido una persona extraña, con muchos miedos, pero aquello lo superaba todo. Sabía que era real. Que pronto pasaría algo que haría reventar el mundo.

Por eso corría: porque la hora se acercaba y no tenía tiempo que perder. A pasos agigantados, algo se acercaba a ellos y debía refugiarse. Lo que nadie imaginaba, lejos de especulaciones, de extraterrestres o meteoritos gigantes; lejos de bombas atómicas o misiles nucleares. 

Un viento virulento azotó su rostro y una sensación de inquietud la recorrió. Miró hacia arriba presintiendo el peligro; lo que vio vino a confirmarle toda una existencia plagada de sospechas y temores. El cielo, de un azul brillante, formaba remolinos y se oscurecía por momentos. El fin se acercaba. La propia tierra, enferma, se volvía contra ellos. 

Con pánico, aumentó la velocidad de sus piernas. No podía perder el tiempo. Corrió, pero las montañas y las cuevas donde pensaba refugiarse aún estaban lejos. No. No esperaba que todo empezase tan pronto, que todo se fuera a la mierda en tan poco tiempo. La adrenalina, como pinchada en vena, la hizo correr aún más rápido. La destrucción a su alrededor, los gritos, persiguiéndola... y de repente el silencio. 

No quería mirar atrás. En un despiste, tropezó con un trozo de acera y cayó al suelo. No pudo evitar mirar atrás: dos grandes masas de aire chocaban entre sí, formando un enorme tornado que cada vez se hacía más grande. Ante sus ojos, la ciudad había desaparecido. Todo lo que conocía era ahora la nada. Sentía pánico. No podía cerrar los ojos. 

Después todo aquel aire la envolvió. Cerró los ojos y ascendió, siendo desgajada por el viento.

Maldita seas…


 

Maldita inspiración...

¿Piensas venir algún día, pedazo de puerca desgraciada?

Llevo mucho sin sentir tu indomable presencia; ya no te lo pido por favor, sino que te exijo que vengas de una vez por todas.

Si no vienes ya, voy a seguir escribiendo cosas absurdas y sin sentido. Voy a avergonzarte diciendo que eres tú quien me ha inspirado, cuando en realidad habrán sido mis absurdas manos y mi cerebro sin gracia los que habrán hecho todo el trabajo.

Creo que sabes lo bien que nos complementamos todos juntos y has decidido joder. ¿Hasta cuándo vas a seguir así, vieja odiosa?

Me tienes temblando como si tuviera síndrome de abstinencia, esperando que vuelvas, estúpida caprichosa... te necesito para calmarme. Vuelve...

¡VUELVE DE UNA MALDITA VEZ!

Amistad

 


Amistad nunca mudable por el tiempo o la distancia, no sujeta a la inconstancia del capricho o del azar, sino afecto siempre lleno de tiernísimo cariño, tan puro como el de un niño, tan inmenso como el mar.

José Zorrilla

Entre paréntesis

 

Entre paréntesis

Sus manos se alzaron en señal de rendición; el sonido de un disparo cruzó el aire; su cuerpo cayó al suelo, inerte. Ante sus ojos, toda su vida se hizo una pelota y se esfumó. Después ya no había nada, sólo un muerto extendido en el parqué del establecimiento, con la sangre escurriendo desde su cabeza. Un arma de fuego se había desparramado de sus manos minutos antes, cayendo tres o cuatro metros más allá. Ya sin peligro, el policía se acercó para comprobarle el pulso: el ladrón ya no estaba en este mundo. Respiró hondo, tranquilizándose, preguntándose si había hecho bien en disparar. La dependienta de la tienda salió de detrás del mostrador, pálida y asustada. Se acercó al policía y comprobó lo ocurrido: la sangre manaba desde un agujero en la frente del agresor.

—Menos mal que ya no nos puede hacer daño —pronunció, apartando la vista del cadáver.

—Sí, menos mal —contestó el agente, con pocas ganas.

...

Despertó con la tierra como lecho y el cuerpo fatigado; levantó la vista: a su alrededor sólo encontró un campo árido, sin nada a la vista. El viento era inexistente y el cielo encapotado teñía el ambiente de un gris somnoliento.

—¿Dónde estoy? —se preguntó.

Hizo memoria y todos los hechos acaecidos con anterioridad acudieron a su mente con rapidez. Le faltaba dinero para comprar una botella de whisky, así que, aún a pleno sol, hizo lo usual: entró a una tienda vacía, amenazó a la dependienta con un revólver (heredado de su padre años atrás) y le quitó todo el dinero. Todo parecía ir bien, pero de repente entró aquel dichoso policía. Como un resplandor, recordó el sonido del disparo atravesando su cerebro. Se tocó en el lugar y notó una hendidura que supuraba líquido. Apartó la mano rápido, atemorizado, no pudiendo quitar la vista de sus dedos manchados de rojo. Estaba muerto, pero aunque aquello fuese el infierno con total probabilidad, no veía fuego por ningún lado.

Caminó. Buscaba algo que sospechaba que no encontraría. Le embargó una horrible sensación de estar solo en aquel mundo. Cayó en la cruda verdad: no tenía alcohol ni nada a lo que aferrarse... Estaba tan sereno y asustado que sólo podía pensar y pensar: en su vida, en cómo su padre lo apalizaba ya de niño, en cómo empezó a beber con sólo quince años, en cómo pegaba a su hermana pequeña; pensó también en sus primeros robos, dejando heridas a varias personas en el camino, incluida su madre, que se suicidó por ver a su familia tan destrozada. Allá donde la recordaba, su vida era una completa basura, un completo error. De repente y sin motivo alguno, estando en ese lugar se sentía triste y arrepentido.

Caminó aún más, perdiendo toda noción del tiempo. Pasaron horas hasta que oteó algo, una pequeña figura blanca en el horizonte que le pareció un edificio o una roca. Cuando se acercó más, pudo vislumbrar algo más: ¡Era alguien! Corrió hacia allí como un desesperado; hacía horas que buscaba algo o alguien que le dijese qué era aquel lugar. Se acercó lo más que pudo, y lo que en principio le pareció una figura pequeña, resultó ser un hombre de larga barba negra sentado en el suelo con las piernas cruzadas; sus ojos, fijos en el horizonte, eran tan negros como dos pozos. El ladrón se aproximó, no atreviéndose a tocarle. Cuando se sintió más seguro, le preguntó:

—Oye, ¿qué es esto? —no tenía mucha confianza y el hombre no contestó. Pasaron unos segundos hasta que un sonido grave salió de los labios del hombre:

—Este es el "Entre paréntesis" entre los dos mundos, más conocido como Limbo en la Tierra —habló el desconocido. El ladrón escuchó atentamente—. Si has venido aquí es porque has sido condenado a pensar. Pensar por la eternidad.

—¿Es que no tengo ni siquiera una oportunidad para volver allí? —preguntó, asustado por lo que acababa de oír.

—No —el monosílabo fue rotundo. No hubo tiempo de decir nada más, pues un fogonazo de luz invadió el lugar y el desconocido desapareció.

Cuando el ladrón fue consciente de todo lo dicho, cayó de rodillas al suelo, desesperado; no podía creerlo, que toda su vida de errores pudiera terminar de una manera tan absurda, con una condena que no podía evitar. Estaría encarcelado por la eternidad, sin más compañía que él mismo y sus recuerdos.

—¿En serio tiene que seguir con vida? —preguntó una auxiliar, con voz remilgada—. Es un desperdicio de la sociedad.

—No seas tan egoísta; éste hombre ya ha padecido lo suyo —respondió una enfermera, más mayor y benevolente que la otra mujer. 

Después de limpiar al enfermo, cambiar las sábanas y dejarlo todo a punto, ambas se marcharon. Según los médicos, el balazo en la cabeza del paciente había afectado a una región importante del cerebro, por lo que era imposible que sobreviviera, pero cual no fue la sorpresa de los ATS cuando en la ambulancia tomaron sus constantes vitales y el ladrón seguía vivo. Sin embargo, un coma le había sumido en un profundo sueño del que probablemente no despertaría.

El violinista

Hace tiempo que no publicaba un relato corto aquí. Lo dedico especialmente a Nerea, cuyo cumpleaños fue el día 5 de Octubre y no pude regalarle nada. Espero que te guste tanto como a mí escribirlo. ¡Saludos a todos!
El violinista


Julia se sumió en sus pensamientos una vez más. Recostada en un banco del parque San Juan, con un libro abierto en su regazo, no podía evitar recordar otros tiempos, cuando ella tenía veinte años, escribía con furia y su inspiración no se terminaba. Ahora tenía treinta y uno y en aquel pequeño asiento, se sentía acabada. Durante su bloqueo, que ya duraba más de un año, no había podido escribir ni una sola palabra merecedora de imprimirse en papel. Quizá era la treintena, que había llegado para acosarla y dejarla derrotada. Cerrando el libro y poniéndoselo bajo el brazo, se levantó: las letras del escritor Enrique Anderson Imbert ya no la llenaban como antiguamente. Cada vez que leía su cuento "Jacobo, el niño tonto", ya no le parecía tan genial como años atrás. Más bien, su lectura se le hacía poco fluida, torpe y aburrida. Se sentía desconsolada, pues ya ni los libros de su escritor favorito podían animarla. Julia avanzó unos pasos, pensando en su penosa situación moral. Ninguna palabra parecía tener sentido para ella. Hacía poco que había despedido a su editor, porque, si no escribía, ¿de qué le servía? Algunos de sus amigos escritores le decían que siguiese los consejos habituales para superar el bloqueo, incluso que esperase hasta que pasara, pero ella no sabía cuándo volvería a escribir. Estaba desesperada. Nadie conseguía ayudarla y Julia ya lo había intentado todo.

Se metió las manos en los bolsillos y miró las hojas de los árboles caer; las notaba también bajo sus pies, crujiendo. Estaban en pleno otoño y un viento fresco mecía su cabello castaño, haciéndole cerrar los ojos. Las suaves notas de una melodía inconclusa llegaba a sus oídos desde no muy lejos. Se giró y quedó extasiada: un joven de cabello largo y oscuro se inclinaba sobre un violín, con los ojos cerrados en expresión calmada. La delicada música irradiaba sentimientos puros y a cada nota, su mano dibujaba un movimiento fluido con el arco, apretando con la otra las clavijas. El corazón de Julia se hinchió de ilusión al oír tocar a alguien tan talentoso. No conseguía apartar la mirada. La música tocada dejaba entrever la dicha, la calma, un alma llena de amor; decenas de sensaciones indescriptibles la abordaban. Volvió al día siguiente y también al otro. Durante toda una sucesión de jornadas, escuchó atentamente, analizando la melodía y disfrutando de ella. La pieza duraba unos diecisiete minutos, pero ella se quedaba horas y horas, aunque la repitiese. Sólo se decidió a preguntarle algo una tarde a principios de Diciembre. Aprovechó cuando acabó de tocar la pieza, y mientras se preparaba para volver a hacerlo, ella se acercó e hizo la esperada pregunta:

—¿Qué pieza es la que tocas?

—Es Tchaikovski: el concierto para violín en D mayor —el músico la miró; parecía sorprendido.

—Es preciosa —ella sonrió.

Ese fue el principio de su amistad. Después de aquello, supo de él que se llamaba Marcos, que estudiaba en el conservatorio y que se preparaba para pasar unos exámenes. En las semanas sucesivas, Julia le contó que era escritora pero que ahora no se ganaba la vida con ello; que estaba bloqueada y no encontraba forma de volver a la actividad que tenía antes. Que vivía de las ganancias de un libro que había publicado diez años antes. En los pocos ratos que charlaron, se fueron compenetrando como dos buenos amigos. Julia adoraba escucharle, y Marcos apreciaba mucho su compañía. A Julia comenzó a interesarle muchísimo la música clásica, incluso se planteó empezar a tocar, pero para qué engañarse: era consciente que, en el colegio, nunca le había ido bien en esa asignatura. Hablando con sinceridad, era feliz tan sólo escuchándola. Además, se dio cuenta que, gracias a ella, surgían nuevas ideas en su mente, como hilvanadas por una mano invisible. A finales de Diciembre, Julia tuvo la imperiosa necesidad de tener un bolígrafo en las manos y empezar a escribir; las ideas se aglutinaban y querían salir. Corrió a casa sin siquiera despedirse de Marcos, y en cuanto llegó, llenó al menos diez páginas de la idea que se le había venido a la mente. Resultaba espectacular que, en un momento dado, se desbloqueara por la música.

Al día siguiente, cuando volvió al parque, le contó al músico sobre su bienvenida inspiración, que esperaba que hubiese vuelto para no marcharse. Sus sentidos estaban ágiles como los de un felino. Hacía algún tiempo que esa sensación no profundizaba en su ser, llenándola de tanta vida. Él le sonrió casi con timidez; parecía feliz viéndola así. Desde ese momento, Julia escribía en una libreta sin parar mientras Marcos practicaba para sus exámenes. Aún con las manos heladas por el frío invernal, para aquella inusual pareja, el tiempo era una hermosa utopía de disfrute con sus respectivas pasiones. Todo se compenetraba a la perfección.
Los meses pasaron, y con ello, el inicio de la primavera no se hizo esperar, haciendo florecer los flores recién plantadas y enverdeciendo las hojas de los cedros, los abedules y las encinas. Uno de aquellos días, Marcos paró de tocar y a Julia le pareció extraño, así que ella también dejó su escrito.

—¿Qué pasa? —preguntó, dubitativa.

—Julia, tengo algo que decirte —tenía un rostro serio aunque sereno.

—Dime, soy toda oídos —ella le puso atención

Notaba que apretaba el mango del instrumento como si quisiera partirlo. Marcos estaba pensando en algo. El silencio se hacía eterno mientras Julia esperaba su respuesta.

—Tengo cáncer —soltó sin más.

Julia se quedó blanca. Trataba de asumir aquellas dos palabras, pero le era imposible definirlas. Sólo atinó a contestar lo primero que se le pasó por la cabeza:

—¿Desde cuándo?

—Hace más de un año.

—¿Y por qué no me lo habías dicho? —las palabras salieron solas en una especie de reclamo.

Por respuesta, él cogió su violín y empezó a tocar, esta vez una melodía distinta, llena de notas bajas y roncas. No averiguaba qué pieza era, pero el sonido triste, melancólico y doloroso se apreciaba mientras las iban ascendiendo hasta resultar excesivamente graves. Después, con suavidad, se hacían tranquilas y alegres. Julia podía imaginar un naufragio que terminaba en una isla paradisíaca; un cielo azul despejado sin fin. La música seguía tranquila por incontables minutos, alzándose y bajando, como si la batuta de un director la dirigiera. Maravillada, se dio cuenta que Marcos no miraba la partitura; estaba tranquilo, con los ojos cerrados, como si la pieza se dibujase en su cabeza nota a nota. Enseguida, la música se hacía más rápida, el tempo se mezclaba en un remolino difuso, mezclando sonidos y combinándolos a la perfección. Julia pensó que era maravilloso que de sus manos pudiesen surgir sonidos tan hermosos. Poco a poco, la pieza terminó, y la mujer seguía tan maravillada como al principio. Marcos guardó el violín en su funda, le dedicó una sonrisa y se marchó. Ni siquiera dijo adiós. Julia supo que era una despedida. Se quedó allí sentada, aún con lágrimas en los ojos, sabiendo que no volvería a verle.

Volvió al parque los días siguientes. Rememoró las horas que pasaron juntos Marcos y ella, las pequeñas charlas, su música y escribir. Las sonrisas estaban presentes más que nunca. Con el verano a la vuelta de la esquina, Julia sólo deseaba que él volviese a brindarle su presencia. El verano pasó sin muchos contratiempos, exceptuando el calor, que mes a mes se hacía más intenso. La escritora no hacía más que aporrear furiosamente el teclado del ordenador, palabra por palabra, tratando de no pensar en aquella despedida. Sin embargo, volvía al parque San Juan cada día a la misma hora, esperando, por un milagro, que él estuviese allí. Nunca estaba pero Julia no perdía la esperanza. A mediados de octubre, creyó verle. Julia solía sentarse siempre en el mismo banco y le pareció ver a alguien acercarse con algo colgado a la espalda. Su corazón saltó de emoción pero al instante supo que no era él, por lo que una enorme tristeza invadió su ser y las lágrimas acudieron a sus ojos.

—No va a volver —habló a los árboles que, movidos por el viento, parecían afirmárselo.

Para su sorpresa, el hombre de antes paró justo frente a ella y la miró fijamente, como analizando que de verdad era ella. Julia, algo incómoda, se fijó en que su parecido con Marcos era increíble: sus mismos ojos habían nacido en un rostro diferente. Cuando aquella persona se decidió a hablar, la sorprendió mucho más:

—Te he estado observando durante muchos días —la informó el hombre, que parecía muy tranquilo. Julia se espantó un poco, pero llegó a la conclusión que no podía tratarse de un acosador—. Soy el hermano de Marcos, Antonio. Toma --descolgó el violín de su espalda y se lo cedió—. Él quiso que alguien que venía aquí todos los días lo tuviera; y ese alguien debes ser tú.

Julia no tuvo ni tiempo a hablar. De repente se vio con el instrumento en sus manos, aferrándolo con fuerza, sin saber qué decir.

—¿Él está...? —preguntó Julia, como queriendo saber si era verdad lo que ni se había atrevido a afirmar.

—Sí —respondió sin pausa—. Hace dos meses.

La mujer apretó los labios y entrecerró los ojos, tratando de que las lágrimas no escapasen. Fijó la vista en el suelo y se tapó la vista con una mano, incapaz de reprimir el llanto, que sacudía sus hombros y le formaba un nudo en la garganta.

—Cuídalo bien —dijo el hombre, dándole unas palmaditas en el hombro—. Yo me tengo que ir; quizá nos volvamos a ver.

Julia volvió a casa, deseando acostarse para acallar la pena que ahondaba en su alma. Que Marcos hubiese muerto no era algo fácil de asumir, y menos para ella, que había ansiado verle durante tanto tiempo sin creer la cruda verdad. Ya acostada, se abrazó a la funda que contenía el violín y sintió un olor a cuero desgastado que le recordó a su música y a la última pieza que él tocó. Después de llorar durante horas, con los ojos hinchados y rojos, se durmió. Las marcas de llanto surcaban sus mejillas cuando despertó, con fuerzas renovadas, para seguir escribiendo. Por él: por Marcos.

Algunos meses después, Julia acabaría su segunda novela larga: "El violinista", inspirada por la música de su querido Marcos.


Fin

Novelas participantes en el Premio Literario Amazon 2023 (1)

¡Buenas! Mucho tiempo sin actualizar este pequeño rincón, y qué mejor que hacerlo para traeros opiniones sobre novelas participantes en el P...